Desde un punto de vista litúrgico, el Miércoles de Ceniza es un día extraño en la vida de la Iglesia. Tenemos solemnidades, fiestas y memorias. La mayoría de lo que ocurre litúrgicamente  pretende ser entendido como una celebración. Pero tenemos un Miércoles de Ceniza. Un día en que ayunamos, vamos a la iglesia y se nos imponen cenizas en la cabeza. Se nos recuerda que polvo somos y al polvo hemos de volver. ¿Resulta mórbido?

Pienso que hay algo saludable en ello. Me entretiene cada estudio sobre salud que dice que si comes esto o aquello, disminuirá tu riesgo de morir en un tanto por ciento… como si la muerte pudiera evitarse. No me mal entiendan: es bueno tener un estilo de vida saludable. Sin embargo, el Miércoles de Ceniza nos ofrece un distinto “flash noticioso”, como si vivir aumentara nuestro riesgo de morir.

Podemos sentirnos tentados a despreciar el asunto de las cenizas y la muerte como algo mórbido. No obstante, yo veo el centro del Miércoles de Ceniza como algo más bien medicinal. Todos sabemos que la experiencia de la muerte es consecuencia de estar vivos. Pero lo contrario también es verdadero. El recuerdo de nuestra mortalidad nos invita a vivir nuestras vidas más plenamente y a rechazar el pecado para poder estar plenamente vivos.

Verán… el recordar que “polvo eres y al polvo has de volver”, se nos diga o no en la liturgia, nos invita a “arrepentirnos y creer en el Evangelio”, que es la otra fórmula que el ministro puede pronunciar al imponer las cenizas. Estas palabras nos invitan a no desperdiciar el precioso tiempo que nos ha sido dado en esta vida y a vivir en verdad de una forma que agrade a Dios.

Contemplar nuestra mortalidad es un útil motivador al comenzar a concentrarnos en nuestras prácticas cuaresmales del ayuno, la oración y la caridad. Rezamos más durante la Cuaresma para estar más cerca de Dios, nuestro Creador y nuestro Señor. Ayunamos durante la Cuaresma para recordarnos a nosotros mismos que hay más en la vida que aquello que nos da comodidad. Damos limosnas para beneficio de los pobres y para recordarnos que estamos juntos en esto que llamamos “vida” y que no podemos amar a Dios auténticamente a menos que amemos también a nuestro prójimo.

En verdad, días como el Miércoles de Ceniza contrastan con otras celebraciones litúrgicas. Sin embargo, me parece terapéutico que la liturgia no discrimine en este día tan importante en la vida de la Iglesia. No importa si somos ricos o pobres. No importa si somos jóvenes o ancianos. Todos somos pecadores y necesitamos un Salvador. Todos somos mortales y nuestro tiempo es limitado.

Sabiendo esto, podemos optar por vivir. Podemos elegir vivir más plenamente en la medida que amemos a Dios y a nuestro prójimo. Podemos elegir vivir más plenamente rechazando el pecado y siguiendo el Evangelio. Podemos optar por vivir más plenamente en este mundo y en el que ha de venir siguiendo a Jesús, que es el camino, la verdad y la vida.

Mons. Frank Schuster es uno de los obispos auxiliares de Seattle, designado también como obispo regional para la zona sur de la arquidiócesis. ¿Te gustaría hacer una pregunta sobre nuestra fe católica a Mons. Schuster? Envíala a [email protected].