Renovar la Iglesia intensificando la vida de fe de todos nuestros miembros y difundiendo la fe por medio de nuestro testimonio creíble está siempre en mi corazón, en mi mente y en mis oraciones.

Fortalecer la vida cristiana de los fieles también fue el deseo de los Padres de la Iglesia durante el Concilio Vaticano II. ¡Su primer tema elegido para lograrlo fue la celebración de la Eucaristía!

El primer documento publicado, la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, sigue siendo instructivo para nosotros hoy: que busquemos renovar la Iglesia en nuestro tiempo y lugar, y la forma principal en que hacemos esto es educándonos en todo lo que Dios está logrando cuando celebramos la Eucaristía.

La Eucaristía, “‘se ejerce la obra de nuestra Redención’, … contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia”. Y es característico de la Iglesia ser “a la vez, humana y divina,” de suerte que “lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino” (Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosantum Concilium, Nro. 2, énfasis agregado). 

Ante el impacto que ha tenido la pandemia en tant as de nuestras relaciones, incluyendo nuestra relación con la Iglesia, es bueno que se nos recuerde quiénes somos en el fondo mismo de nuestro ser. Muchos están buscando ser renovados, y nada es de mayor importancia que la renovación de nuestra relación con Dios por medio de Cristo Jesús. La satisfacción verdadera la encontramos cuando vivimos de acuerdo con nuestra identidad más profunda. 

La Conversión siempre está en el centro de la renovación. Aquí hay algunas realidades básicas que sirven como buen material para un examen de nuestras propias consciencias y vidas:

  • ¿Qué tan bien comprendemos las implicaciones de lo que significa estar creados a imagen y semejanza de Dios? (ver Génesis 1, 26) Creemos que Dios es el Creador de todas las cosas; y de todo lo creado, solo el ser humano cobra vida por medio del aliento divino. Solo la persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios. ¡Qué don más grande! ¡Qué llamado más sublime!
  • Dios es ciertamente inconmensurable e incomparable y aun así el ser humano posee características divinas. Somos creados para una relación con Dios, y para compartir relaciones unos con otros y con toda la creación de Dios de una forma que manifieste las cualidades divinas.
  • Jesucristo vino para restaurar la belleza en toda la creación de Dios, especialmente para hacer nuevo al ser humano por medio de su muerte y su resurrección.

Entonces, mis amigos, una vez más les recuerdo, como su pastor, de la importancia de la celebración de la Eucaristía los domingos. La asistencia a Misa en algunas, si no en la mayoría de nuestras parroquias, aún no ha vuelto a los niveles de antes de la pandemia.

Necesitamos de Dios, necesitamos el amor redentor de Cristo. Para satisfacer nuestra sed de renovación, necesitamos estar presentes, en persona, para ser alimentados por este gran sacramento, para que podamos vivir íntimamente nuestra comunión con Cristo.

Noroeste Católico — Octubre/Noviembre 2022