P: Tengo una duda acerca del consumo de la marihuana y si se considera un pecado fumarla como diversión ahora que es legal hacerlo en el estado de Washington. Tengo un amigo católico que la fuma y parece que no piensa que tenga nada de malo. ¿Qué enseña la Iglesia acerca de fumar marihuana por diversión? ¿Es pecado?

R: Durante el periodo de formación continua tras mi ordenación, se me dio a conocer el afamado libro de Stephen Covey Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva. El segundo hábito siempre se ha quedado conmigo: “Empiece con un fin en mente”. Esto significa que antes de comenzar a hacer algo, debemos pensarlo y asegurarnos de que nuestras acciones del presenta nos ayudarán a alcanzar nuestras metas futuras.

El segundo hábito de Covey puede aplicarse a la vida espiritual. El fin último de nuestra vida espiritual es amar a Dios y a los demás lo más que podamos y al final lograr entrar al cielo. Lo que hacemos en el presente debe ayudarnos a alcanzar estos fines espirituales.

Con respecto a su pregunta, entendiendo que la marihuana es una droga terapéutica legalmente prescrita para tratar ciertas condiciones mentales y física: ¿el uso recreativo de la marihuana nos ayuda o nos frena para alcanzar el fin de nuestra vida cristiana?

El Catecismo de la Iglesia Católica, citando al Vaticano II, enseña lo siguiente: “‘Quiso Dios’ dejar al hombre en manos de su propia decisión, de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección.” (1730) Dios no nos fuerza a buscarlo y amarlo; es algo que nos deja en libertad de hacer.

La marihuana afecta el sistema límbico del cerebro, que se ocupa de las emociones, el comportamiento, la motivación, la memoria a largo plazo y el sentido del olfato y del tiempo. Usar esta sustancia, como demuestran muchos estudios, provoca efectos tanto físicos como psicológicos en quien la usa, incluyendo un ritmo cardiaco acelerado, pérdida de memoria a corto plazo, reacciones retardadas, depresión y hasta ansiedad. Cuando alguien fuma marihuana, introduce químicos en su sistema nervioso que alteran su estado de consciencia y tienen el potencial de producir daño emocional y físico a futuro.

Cierto que la marihuana no es benéfica para la vida espiritual, y si se convierte en un serio impedimento para crecer en la vida espiritual y para acercarnos a Dios y a nuestro fin último, el cielo, la Iglesia consideraría su uso recreativo como un pecado. Es importante recordar que existe una gran diferencia entre el uso recreativo y el uso terapéutico de la droga y este criterio no aplica solo para la marihuana.

El YouCat, el Catecismo de la Iglesia Católica para los Jóvenes, enseña que, “Todo intento de perderse u olvidarse de sí mismo en éxtasis, a lo que pueden añadirse excesos en la comida y en la bebida, la sexualidad desordenada o ir a lo loco con el coche, es una pérdida de la dignidad y la libertad humanas y por ello un pecado contra Dios. Hay que diferenciar de esto el uso razonable, consciente y moderado de estimulantes.” (389)

Cada vez que nos olvidamos de nosotros mismos de esta forma mediante una “intoxicación” de cualquier tipo, corremos el riesgo de olvidar cuál es el propósito y el fin de nuestra vida y ciertamente que no consideramos este fin último en el presente.

Sn. Pablo dice, “¿Acaso no saben que su cuerpo es un templo del Espíritu Santo dentro de ustedes, que lo tienen de Dios y que no es suyo?” (1 Corintios 6,19) Fuimos creados para ser buenos y responsables administradores de la creación de Dios, incluyendo nuestros cuerpos, que son sagrados. Usar marihuana como diversión puede ser un impedimento para la plenitud de vida que Dios quiere compartir con nosotros y puede ser así un obstáculo para ser buenos administradores de lo que Dios ha creado.

¡Que Dios los bendiga hoy y siempre!

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Noroeste Católico – julio/agosto 2017