P: Soy un converso al catolicismo y tengo una pregunta sobre la oración. Desde que me hice católico, no puedo recordar sentir nada durante mi tiempo de oración diaria. Sé que Dios existe y que la oración es una conversación con Él, pero ¿no debería sentir la presencia de Dios de alguna forma de cuando en cuando? ¿Estoy haciendo algo mal?

R: ¡Le agradezco su excelente e importante pregunta! Primero que nada, quiero asegurarle que está en buena compañía. Durante los últimos 50 años de su vida, la Madre Teresa no lograba sentir la presencia de Dios. Sin embargo, veía la oración como algo esencial. Le dijo a un reportero en 1989, “No creo que pudiera hacer este trabajo siquiera una semana si no tuviera cuatro horas de oración cada día.”

Cuando oramos, creemos sin lugar a dudas que Dios nos escucha y que nos responde en su sabiduría, Misericordia y amor. Si Dios está en algún lado y nos escucha, ¿por qué muchos de nosotros no sentimos su presencia cuando oramos?

Sta. Teresa de Ávila, en su clásico de espiritualidad El Camino de Perfección¸ escribe acerca de sentir a Dios en la “oración del silencio”, “El alma comprende que ahí está, aunque no tan claramente. Ella no sabe cómo comprende; ella solo ve que ella se encuentra en el Reino.” Las experiencias místicas no eran el punto ni el fin de la oración de Sta. Teresa. Estas le eran dadas, pero ella no las pedía ni las esperaba de Dios. Para ella, la oración no era un método empleado para obtener experiencias, sino más bien una forma de mantener una relación con Dios, a quien ella amaba y quien sabía que la amaba a ella. El ejemplo de Sta. Teresa nos ayuda a llegar al corazón de su pregunta, que en realidad es ¿para qué rezamos en lo absoluto?

Uno de mis libros favoritos de oración de todos los tiempos es Tiempo para Dios del Padre Jacques Philippe. El Padre Philippe decía algo crucialmente importante acerca de la oración, “La primera verdad básica, sin la cual no llegaremos muy lejos, es que la vida de oración… no es el resultado de una técnica, sino un don que recibimos.”

Tantas cosas en nuestra cultura norteamericana tienen que ver con resultados y logros. Usamos contadores de pasos en nuestras muñecas para registrar los pasos que damos y esto nos ayude a perder peso; asistimos a conferencias de liderazgo para ser gerentes y ejecutivos más eficaces; descargamos las aplicaciones de tráfico más nuevas para llegar a nuestros destinos con más eficiencia; etc. Si no tenemos cuidado, podemos adentrarnos en nuestra vida espiritual con la misma mentalidad de querer lograr o experimentar algo, como si se tratara de una especie de técnica.

Muchas formas orientales de oración y meditación, como el yoga o ciertas escuelas del budismo, emplean técnicas para alcanzar la iluminación o la “armonía cósmica”. Otro tanto podemos decir del movimiento de la Nueva Era. Si entramos en nuestro tiempo de oración con esta mentalidad, entonces el Padre Philippe está en lo cierto. No llegaremos muy lejos, nunca extraeremos lo que realmente debemos y nos sentiremos desilusionados y desalentados.

Entonces, ¿por qué rezamos? Para responder, debemos saber qué es la oración. Una de las mejores definiciones proviene del Catecismo de la Iglesia Católica, que cita a Sn. Juan Damasceno: “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes.” (CIC 2559) La oración es en realidad muy sencilla: Es voltear hacia Dios y alabarlo y amarlo simplemente porque es Dios. En otro libro, Sed de Oración, el Padre Philippe dice, “No rezamos porque deseamos a Dios o porque esperamos dones valiosos de nuestra vida de oración, sino primero que nada, porque es Dios quien nos lo pide.”

Dios nos ha creado y nos llama a una relación con Él a través de Jesucristo. Nuestra mejor respuesta a su invitación es la oración, alabándolo y dándole gracias por todo lo que ha hecho por nosotros. ¡Es por esto que rezamos! Si Dios quiere recompensarnos con experiencias espirituales, maravilloso, ¡bendito sea Dios! Pero eso no es lo que debemos esperar. En nuestra oración, no debe haber expectativa alguna, solo nuestro fiel deseo de mantener la alianza eterna que Dios ha establecido con nosotros.

¡Que la bendición de Dios sea contigo hoy y siempre! 

El Padre Cal Christiansen es párroco de Sn. Pío X en Mountlake Terrace. Envía tus preguntas a “Pregúntale al Padre” a This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it. document.getElementById('cloak385643fccf536d0fd13e25f1ad97bf23').innerHTML = ''; var prefix = 'ma' + 'il' + 'to'; var path = 'hr' + 'ef' + '='; var addy385643fccf536d0fd13e25f1ad97bf23 = 'editor' + '@'; addy385643fccf536d0fd13e25f1ad97bf23 = addy385643fccf536d0fd13e25f1ad97bf23 + 'seattlearch' + '.' + 'org'; var addy_text385643fccf536d0fd13e25f1ad97bf23 = 'editor' + '@' + 'seattlearch' + '.' + 'org';document.getElementById('cloak385643fccf536d0fd13e25f1ad97bf23').innerHTML += ''+addy_text385643fccf536d0fd13e25f1ad97bf23+''; .

Noroeste Católico – noviembre 2016