P: Tengo una pregunta acerca de inmigración. ¿Qué enseña la Iglesia acerca de los derechos de los migrantes y refugiados, y acerca de los derechos y responsabilidades de las naciones en donde inmigran?

R: El otro día daba clase de religión a octavo grado y el tema fue la inmigración. Aprendimos lo que la Iglesia enseña sobre este tema y cómo ese en esencia, para nosotros se trata de un asunto pro-vida. Comencé la clase preguntando a los estudiantes lo siguiente: “¿Cuántos de ustedes nacieron en otro país?” Tres levantaron la mano (yo también, habiendo nacido en Canadá). “¿Cuántos de ustedes tienen padres que nacieron en otro país?” La mayoría levantó la mano. “¿Cuántos de ustedes tienen padres que nacieron aquí, en Estados Unidos?” Solo dos alumnos levantaron la mano.

Esta experiencia me recordó algo importante y universal acerca de la experiencia católica aquí en Estados Unidos: Somos y siempre hemos sido una iglesia de inmigrantes. En el pasado eran los italianos, alemanes e irlandeses quienes llenaban nuestras bancas. Ahora, además de los descendientes de esos inmigrantes, hay nuevos rostros, hispanos, africanos y asiáticos, que nos enriquecen como iglesia con sus distintas culturas y tradiciones ricas en la fe. Desde el primer día, la situación de los inmigrantes, los refugiados y los trabajadores migrantes, católicos o no, ha sido objeto de la atención de la vida de la Iglesia y su doctrina social.

Respetar la dignidad de los inmigrantes y refugiados es importante para la Iglesia porque nuestra fe y tradición hunden sus raíces en su experiencia. En el Antiguo y en el Nuevo Testamento encontramos historias fuertes sobre la situación de los inmigrantes y refugiados huyendo de la opresión y la violencia. Una de las narraciones centrales del Antiguo Testamento es el éxodo de la esclavitud a la libertad del pueblo judío, que vivió 40 años en el desierto como refugiado.

En el Nuevo Testamento, encontramos la intensa historia de otros refugiados inmigrantes, la Sagrada Familia de Jesús, María y José, quienes huyeron a Egipto para escapar del peligro impuesto por el Rey Herodes. La Iglesia guarda un lugar especial en su corazón para los inmigrantes y refugiados porque su experiencia es nuestra en esencia.

También somos recordados de la fuerte enseñanza de Jesús acerca de mirarlo y servirlo en los más pobres de los pobres a nuestro derredor: “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui un extranjero y me acogiste.” (Mateo 23,5) Este pasaje guía la enseñanza de la Iglesia acerca de los derechos de los inmigrantes y refugiados. En muchos casos, los inmigrantes y los refugiados son algunos de los más pobres y vulnerables entre nosotros. Por esta razón, la Iglesia enseña que los gobiernos a todos los niveles deben hacer todo lo que puedan para asegurar que sean respetados y mantenidos la dignidad y bienestar de inmigrantes y refugiados.

La doctrina social de la iglesia enseña que hay tres principios que deben aplicarse cuando una sociedad o un gobierno desarrolla políticas migratorias.

El primero es que la gente tiene el derecho a emigrar para sostener su vida y la de sus familias. Cuando un individuo o familia es incapaz de mantener una vida con sentido en su propio país, tiene el derecho a buscar en otro lado.

Segundo, un país tiene derecho a regular sus fronteras y a controlar la inmigración a fin de preservar el bien común y la protección de sus ciudadanos. Ningún país está sujeto a aceptar a todas las personas que quieren emigrar a él, en especial si la seguridad y el bien común de sus ciudadanos están en riesgo.

Por último, un país debe regular sus fronteras con justicia y misericordia. Es decir, el segundo principio debe aplicarse con absoluta igualdad y dignidad para todos. Aceptar inmigrantes y refugiados no es opcional, sino que resulta esencial para la vida de cualquier nación justa, una responsabilidad que se debe ejercer con prudencia y sabiduría.

¡Que la bendición de Dios sea con ustedes hoy y siempre!

El Padre Cal Christiansen es párroco de Sn. Pío X en Mountlake Terrace. Envía tus preguntas a “Pregúntale al Padre” a This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it. document.getElementById('cloak7dc054d8b81cb90c63084782491423b0').innerHTML = ''; var prefix = 'ma' + 'il' + 'to'; var path = 'hr' + 'ef' + '='; var addy7dc054d8b81cb90c63084782491423b0 = 'editor' + '@'; addy7dc054d8b81cb90c63084782491423b0 = addy7dc054d8b81cb90c63084782491423b0 + 'seattlearch' + '.' + 'org'; var addy_text7dc054d8b81cb90c63084782491423b0 = 'editor' + '@' + 'seattlearch' + '.' + 'org';document.getElementById('cloak7dc054d8b81cb90c63084782491423b0').innerHTML += ''+addy_text7dc054d8b81cb90c63084782491423b0+''; .

Noroeste Católico – abril 2017