CIUDAD DEL VATICANO — Un mundo que se ha vuelto indiferente y “sin corazón” ante la codicia y la guerra, y una Iglesia Católica que necesita revitalizar su alegría misionera necesitan abrirse al amor infinito de Cristo, escribió el Papa Francisco.

Al contemplar el Sagrado Corazón de Jesús, los fieles pueden pedir que “de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno”, escribió el Papa en su encíclica, “‘Dilexit nos’ (‘Él nos amó’): sobre el Amor Humano y Divino del Corazón de Jesucristo”.

Aunque esta es la cuarta encíclica del Papa, escribió que está pensada para ser entendida en tándem con sus dos encíclicas anteriores, “Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común” y “Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y la amistad social”.

“Lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales ... no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo”, escribió. “Ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común”.

El Papa había dicho en junio, mes que la Iglesia dedica tradicionalmente al Sagrado Corazón de Jesús, que iba a publicar en otoño un documento sobre la devoción para que se pueda meditar sobre aspectos del amor del Señor “que iluminen el camino de la renovación eclesial; pero también que digan algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón”.

La encíclica incluye numerosas reflexiones de la Biblia, textos magisteriales anteriores y escritos de santos y de sus compañeros jesuitas, para volver a proponer a toda la Iglesia la secular devoción. Desde 1899, ha habido cuatro encíclicas papales y numerosos textos pontificios dedicados al Sagrado Corazón, símbolo del amor infinito de Jesús, que mueve a los fieles a amarse unos a otros.

“Cada ser humano ha sido creado ante todo para el amor, está hecho en sus fibras más íntimas para amar y ser amado.”, escribió el Papa.

Sin embargo, escribió, “viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón”.

“Es desgarrador”, escribió, ver a mujeres ancianas, que deberían estar disfrutando de sus años dorados, experimentar la angustia, el miedo y la indignación de la guerra. “Ver llorar a las abuelas sin que se nos vuelva intolerable es signo de un mundo sin corazón”.

“La pregunta más decisiva que cada uno podría hacerse es: ¿tengo corazón?”, escribió el Papa.

El ser humano es más que un instrumento, un cuerpo material y un portador de inteligencia y razón, escribió el Papa.

La persona humana también encarna dimensiones espirituales, emocionales, creativas y afectivas que a menudo son infravaloradas, descuidadas o aplastadas en el mundo actual, escribió. Es el corazón el que integra todas estas dimensiones, tan a menudo fragmentadas o descuidadas.

Los tesoros más preciados que animan y habitan en el corazón humano suelen ser los momentos sencillos y conmovedores de la vida: “Pienso en el uso del tenedor para sellar los bordes de esas empanadillas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas”; “hacer brotar sonrisas con una broma”; “cuidar gusanillos en una caja de zapatos”; “secar una flor entre las páginas de un libro”; y “pedir un deseo al deshojar una margarita”.

“Todos esos pequeños detalles, lo ordinario-extraordinario, nunca podrán estar entre los algoritmos” y la inteligencia artificial, escribió, y, de hecho, “no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor”, no sólo la razón y la tecnología.

En una rueda de prensa en el Vaticano para presentar la encíclica el 24 de octubre, el arzobispo de Chieti-Vasto, Bruno Forte, dijo que el documento es un “compendio” y la “clave” para entender el pontificado del Papa Francisco.

Una pintura de Pompeo Batoni del Sagrado Corazón de Jesús de 1767 se exhibe en un marco ornamentado dentro de la iglesia jesuita del Gesù en Roma, el 22 de octubre de 2024. (Foto CNS/Lola Gómez)

Algunos comentaristas critican al Papa por centrarse demasiado en cuestiones “sociales”, dijo el arzobispo. Esta encíclica presenta explícitamente el fundamento espiritual y teológico que subyace en el mensaje del Papa a la Iglesia y al mundo desde hace 12 años: que todo “brota de Cristo y de su amor por toda la humanidad”.

Muchos santos y congregaciones religiosas tienen una especial devoción al Sagrado Corazón, entre ellos San Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús, la orden religiosa que el santo cofundó y a la que pertenece el Papa Francisco.

Los ejercicios espirituales de San Ignacio animan a la gente “a entrar en el Corazón de Cristo” para ensanchar nuestros propios corazones y entrenarlos para sentir y saborear el mensaje del Evangelio y conversar sobre él con el Señor, escribió el Papa.

El corazón de Cristo arde de amor infinito, y Cristo desea ser amado y consolado a su vez, dijo el Papa, especialmente amando y sirviendo al prójimo y a los más marginados.

“Identificándose con los más pequeños de la Sociedad, Jesús aportó la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y sobre todo, de aquellas personas que eran calificadas de ‘indignas’“, escribió.

“Junto con Cristo, sobre las ruinas que nosotros dejamos en este mundo con nuestro pecado, se nos llama a construir una nueva civilización del amor”, escribió el Papa. “Eso es reparar como lo espera de nosotros el Corazón de Cristo”.

“En medio del desastre que ha dejado el mal, el Corazón de Cristo ha querido necesitar nuestra colaboración para reconstruir el bien y la belleza”, escribió el Papa Francisco.

La encíclica fue publicada cuando los miembros del Sínodo de los Obispos estaban concluyendo un proceso de varios años centrado en fomentar “una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.

En su encíclica, el Papa subrayó que sólo un amor profundo y permanente al Señor puede inspirar y animar a los católicos a compartir el Evangelio y el amor de Dios con el mundo.

La misión requiere misioneros “que se dejan cautivar todavía por Cristo”, a los que “les duele perder el tiempo discutiendo cuestiones secundarias o imponiendo verdades y normas, porque su mayor preocupación es comunicar lo que ellos viven”, escribió.

Su preocupación es “que los demás puedan percibir la bondad y la belleza del Amado a través de sus pobres intentos”, escribió.

El corazón de Cristo también libera a los católicos del problema de las comunidades y los pastores que están “concentrados sólo en actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, reflexiones secularizadas, diversas propuestas que se presentan como formalidades que a veces se pretende imponer a todos”, escribió.

“Esto con frecuencia deriva en un cristianismo que ha olvidado la ternura de la fe, la alegría de la entrega al servicio, el fervor de la misión persona a persona, la cautivadora belleza de Cristo, la estremecida gratitud por la amistad que él ofrece y por el sentido último que da a la propia vida”, continuó.

El Papa Francisco invitó a los católicos a redescubrir o reforzar su devoción al Sagrado Corazón de Jesús y las prácticas relacionadas con él, en particular la adoración eucarística y recibir la Eucaristía el primer viernes de cada mes.

Esta práctica servía antes para recordar a los fieles que la Comunión no era una recompensa para los perfectos, escribió, sino para renovar la confianza de la gente en el amor misericordioso y siempre presente de Cristo en la Eucaristía que “nos llama a la unión con él”.

La devoción de recibir la Comunión los primeros viernes del mes, escribió, puede ayudar a contrarrestar “la vorágine del mundo actual y de nuestra obsesión por el tiempo libre, el consumo y la distracción, los teléfonos y las redes sociales” y así no olvidar “alimentar nuestra vida con la fuerza de la Eucaristía”.