Compañeros compasivos se aseguran de que nadie muera solo

Cuando Betty, la esposa de Tim Ahles, estaba postrada en una cama durante sus últimas dos semanas de vida después de una larga enfermedad, él no quería que la dejaran sola. Así que Ahles, familiares y amigos se turnaron para acompañarla hasta su muerte, que acaeció en marzo de 2015.

Después de su muerte, relató Ahles, él comenzó a buscar formas de “servir a Dios a través del servicio hacia a los demás”. Empezó repartiendo comidas a personas mayores en un centro local y administrando refugio para personas sin hogar en su parroquia, Sacred Heart en Lacey. Aproximadamente un año después de la muerte de Betty, se enteró de la existencia de Nadie Muere Solo, un ministerio en el Hospital Providence St. Peter en Olympia y el Hospital Providence Centralia.

Se sintió atraído por el nombre del ministerio, “Nadie muere solo, porque creo que ese es un concepto importante”, destacó Ahles.

Ahles es uno de los 66 voluntarios que participan en Nadie Muere Solo (NODA, por sus siglas en inglés), que comenzó en Providence St. Peter en 2009 y en Providence Centralia en 2018.

“Realmente surgió de corazones compasivos”, expresó Teresa Lynch, gerente sénior de servicios de atención espiritual en Providence Swedish South Puget Sound, que abarca los dos hospitales.

Fue el personal de enfermería del hospital el que identificó la necesidad de un programa para acompañar a los pacientes que estaban por morir, añadió. Las enfermeras atendían a pacientes que parecían estar a 12 o 24 horas de la muerte, pero sus familiares necesitaban un descanso de la vigilia, o los pacientes no tenían un ser querido que pudiera estar con ellos.

Nadie Muere Solo está disponible para los pacientes y los familiares que deseen que un voluntario acompañe al paciente en sus últimas horas, honrándolos con dignidad y compasión, explicó Lynch.

“Cada uno de esos acompañamientos es un encuentro sagrado”, manifestó Lynch. “Estos compañeros tienen la certeza de que han sido llamados a este ministerio”, agregó.

Ahles, quien ha sido voluntario de NODA durante ocho años, encontró la conexión entre el ministerio y su fe católica.

“Tengo fe en nuestro Dios amoroso, que la muerte es el paso final para que regresemos a Él”, declaró Ahles. Aunque la muerte es dolorosa por la pérdida que sienten los seres queridos, continuó, “para la persona que muere es una maravillosa entrada a la eternidad con Dios”.

Lee Miller, a la izquierda, y Tim Ahles son voluntarios que vigilan a los pacientes que están a punto de morir en un hospital. (Foto: Stephen Brashear)

‘Protector de los vulnerables’

Como hospitales católicos, Providence St. Peter y Providence Centralia tienen la Enseñanza Social Católica plasmada en su misión de servir a todos, “especialmente a los pobres y vulnerables”. El programa Nadie Muere Solo “encaja perfectamente” con esa misión, explicó Chris Thomas, gerente senior de comunicaciones de Providence Swedish South Puget Sound.

Después de una pausa debido a la pandemia, el ministerio se reanudó en el otoño de 2022. Durante los 18 meses trascurridos hasta junio de 2024, los voluntarios acompañaron a pacientes por un tiempo total de 2.282 horas durante 770 visitas, según Merrit Reed, gerente sénior de servicios voluntarios (los pacientes pueden recibir más de una visita).

Los voluntarios deben sentirse cómodos estando cerca de una persona moribunda y saber cómo mantenerse en calma en una habitación cuando alguien no está hablando, manifestó Lynch.

“No estamos imponiendo ningún tipo de espiritualidad o creencia a esta persona”, aclaró, así que los voluntarios que quieran orar lo hacen en silencio. También se aseguran de que el paciente no sufra ningún daño directo o indirecto mientras lo acompañan en sus últimos momentos de vida.

“Somos los protectores de los vulnerables”, expresó Lynch, quien asiste a Misa en varias iglesias de la región y ha estado “muy involucrada” en la parroquia de San Leo, en Tacoma.

“Tengo una gran pasión por ello”, confesó Lynch sobre Nadie Muere Solo. Fue su tesis de maestría cuando estudiaba para su capellanía en Ohio, y ayudó a establecer el programa en tres hospitales allí.

‘Rezo para que puedan morir en paz’

La voluntaria de NODA, Lee Miller, que asiste a Misa en la Abadía de San Martín y en la Iglesia del Sagrado Corazón, ambas en Lacey, expresó que su fe es una parte “profunda” de su ministerio. 

Ella es voluntaria en el hospital todos los martes. Antes de comenzar un turno de NODA, Miller se detiene en la capilla del hospital para orar.

“Es una especie de punto de partida al decir: 'Bien, Dios, ayúdame a descubrir quién me necesita'“, relató Miller, quien ha sido voluntario de hospicio y ha llevado la comunión a pacientes moribundos en Providence St. Peter.

Cuando llega a la habitación de un paciente, Miller se sienta y reza en silencio. Él hace de ojos y oídos de las enfermeras que no pueden observar de cerca a cada paciente, haciéndoles saber si la persona puede estar ansiosa o con dolor.

“Por lo general, las personas a las que acompañamos han estado viviendo con mala salud o dolor durante un tiempo”, explicó Miller.  “Rezo para que puedan morir en paz y sin dolor, para que sean recibidos en la luz de Dios”. 

Cuando termina su tiempo de visita, “les doy las buenas noches y les digo que me alegro de haber podido hacerles compañía por un tiempo”, agregó Miller.

‘Algo sagrado está sucediendo’

En sus ocho años como voluntario de NODA, manifestó Ahles, ha pasado cerca de 600 horas, unas 150 visitas, en vigilia de oración silenciosa con personas que se acercan al final de la vida.

Le gusta inscribirse en los turnos de cuatro horas en Providence St. Peter, que terminan a la 1 a.m. o 2 a.m., o incluso para el turno de 3 a 7 a.m., porque sabe que son los momentos en que es más difícil que otros voluntarios puedan venir, lo que dejaría solo a un paciente.

“Siempre puedo ponerme al día con mi sueño”, añadió Ahles.

La oración es una gran parte de sus visitas a NODA. Ahles reza el rosario en el camino al hospital. Cuando entra en la habitación del paciente, aunque la persona suele estar dormida o inconsciente, “les digo cómo me llamo y me siento con ellos toda la noche”, expresó Ahles.

Luego reza en silencio el rosario, la Coronilla de la Divina Misericordia y el Salmo 23, y lee la Biblia.

“Mi pensamiento es que la oración es importante, ya sea que sepan que se está orando o no”, declaró Ahles.

Servir como voluntario de NODA “es un don que he recibido para acompañar a la persona que muere y ser un consuelo para sus seres queridos”, agregó.

Durante su tiempo como voluntaria de NODA, continuó Miller, ha sido testigo mucho sufrimiento que hasta puso en juego su fe.

“Pero a veces la habitación de un paciente moribundo se siente como una capilla: algo sagrado está sucediendo allí”, añadió Miller. “Cuando estoy presente en una muerte, se siente como un momento privilegiado”.

Northwest Catholic — Agosto/Septiembre 2024