Siempre me ha costado aceptar que me den cosas. Francamente, me siento más cómoda dándolas. 

Pero como directora del Proyecto de Servicio Ágape de la arquidiócesis, que sirve a familias de agricultores en el condado de Whatcom, me he sentido desafiada a recibir miles de veces las cosas que Dios nos proveía por medio de la generosidad del Cuerpo de Cristo: los Eagle Scout recolectaron cientos de libros para nuestro banco de libros, una parroquia que recolectó 170 unidades de jabón para lavar ropas, y una increíble donación de $50000 que recibimos en medio de la pandemia y que nos permitió mantener nuestros servicios directos a la comunidad de trabajadores luego de que se cortara nuestra fuente de ingresos más importante. 

Uno de los más poderosos ejemplos de la provisión de Dios llegó el verano pasado, de una de las familias de trabajadores que servimos. 

En nuestro banco de alimentos semanal de verano, proveemos productos culturalmente apropiados en un ambiente donde se habla español. Mientras trabajábamos en el banco de alimentos, una de las familias asiduas llegó y abrió su valijera. Nuestro personal supuso que estaban listos para que llenáramos la valijera con cajas de alimentos. Sin embargo, la familia sacó dos grandes ollas de arroz con pollo. Habían preparado una comida para compartir con todo el personal y los voluntarios con los alimentos que les habíamos distribuido la semana anterior.

Arroz con pollo preparado por una familia para el personal y voluntarios del banco de alimentos, utilizando los mismos alimentos recibidos la semana anterior. (Foto: Agape)

Para esta familia, devolver el pollo, el arroz, los tomates, el ajo y el aceite que habían recibido en forma de una comida hecha en casa era una increíble manera de demostrar el amor y la generosidad. Todavía me cuesta expresar el impacto que tuvo esto en mí. 

En ese momento, el amor nos movió poderosamente del “dar” al “recibir”. Encontré a Cristo en esa familia, en su obra de amor ágape como el de Cristo: dar sin calcular el costo, sin miedo a no tener suficiente para sí mismos. 

Me recordó que, incluso cuando estamos en la posición tradicional de “dar”, debemos siempre tener las manos abiertas, listas para recibir las abundantes bendiciones y gracias que nuestro Creador quiere compartir con nosotros. 

La comida también fue una experiencia profunda de lo que el papa Francisco llama “la cultura del encuentro”. Mientras disfrutábamos ese delicioso arroz con pollo juntos, no éramos simplemente personal y directores anónimos del banco de alimentos. Éramos familia, hermanos y hermanas en Cristo, compartiendo un momento de comunión. 

Fue un ejemplo de lo que habla el Papa Francisco en La alegría del Evangelio: “¡Alcanzamos la plenitud cuando derribamos los muros y nuestro corazón se llena de rostros y nombres!”. Como directora de Ágape, estas palabras me inspiran y me desafían cada día.

Un miembro del personal de Ágape, Anthony Meza Santos, conversa con un cliente en el Banco de Alimentos Ágape durante el verano de 2021. (Foto: Agape)

Esta cultura del encuentro es el centro de nuestra misión en Ágape. Rezo para que las personas que participan y se conocen a través de nuestro programa, sientan que sus corazones se expanden y se llenan, porque al conocer nuevas personas, están encontrando a Cristo. 

Los tres grupos de personas que se encuentran por medio de nuestro proyecto de servicio son bastante diferentes: está la comunidad de trabajadores del campo del condado de Whatcom, los jóvenes y adultos de parroquias de toda la arquidiócesis, y jóvenes adultos entre 18 y 23 años que trabajan como personal en puestos de liderazgo de servicio. 

A través de juegos como el quemado y el fútbol, la distribución de alimentos y ropa, el trabajo conjunto en granjas enfocadas en la justicia, la oración y pequeños grupos de reflexión, se crea un espacio en nuestro programa mediante el cual los extraños se encuentran y comparten momentos de alegría, se destruyen preconceptos y estructuras de exclusión, y se vive en una hermandad, en la convicción de que somos una gran familia humana.

Juntos trabajamos para combatir la trágica situación que la Madre Teresa identificó así: “Hoy en día, no tenemos paz, porque hemos olvidado que pertenecemos unos a los otros; ese hombre, esa mujer, ese niño, es mi hermano o mi hermana”. 

Una cosa acerca de intentar vivir esta cultura de encuentro es que te arrastra fuera de tu zona de confort: te fuerza y te hace crecer, y esto puede resultar difícil. 

Todavía me cuesta mirar ciertas áreas de mi vida que necesitan estar abiertas a recibir, o en las que siento miedo a dar porque pienso que no tendré suficiente para cubrir mis propias necesidades. ¿Cómo puedo dar más allá de mi zona de confort? No solo financieramente, sino también dar mi tiempo cuando siento que me falta, hacer una actividad que realmente no disfruto porque a un amigo le hace feliz, decir “no” a algo cómodo para permitir un “sí” más pleno a otra cosa, pasar cinco minutos más en oración para conectar con la fuente de todo lo que recibimos. 

Y luego está, en todas las cosas, la confianza en que Dios me repondrá y abastecerá de todo lo que necesito. 

Kelsey Harrington, miembro de la Parroquia Iglesia de la Asunción en Bellingham, es directora del Proyecto de Servicio Ágape. Contáctela en [email protected]



Proyecto de Servicio Ágape representado en cifras al verano de 2021

228 promedio de familias que recibieron servicios en el banco de alimentos cada semana por medio de la distribución adicional 

206 participantes de 10 parroquias crecieron en la fe-en-acción por medio de nuestro programa adaptado

19320 pañales distribuidos a lo largo de siete semanas

Para conocer más acerca de Ágape, o para apoyar este programa autosostenible, visite  archseattle.org/agape

Noroeste Católico – Junio/Julio 2022