El aroma a incienso y crisma todavía no se habían disipado desde la instalación del Papa Francisco en marzo de 2013. La Pascua estaba por llegar y el papa quería visitar una cárcel. Fue al reformatorio de Roma un Jueves Santo y lavó los pies de 12 jóvenes. Fue titular de las noticias en todo el mundo.

La mayoría de las visitas a las cárceles y prisiones no tienen este tipo de cobertura periodística. La gente que hace fila ante el sistema de seguridad y que muestra su licencia de conducir más probablemente son miembros de la familia o amigos, o, si hay suerte, un abogado. Le dan apenas una hora para visitas, menos tiempo si hay demasiada gente. Las áreas de visitas pueden estar llenas, los teléfonos pueden o no funcionar, y a los niños no les gusta el vidrio que divide el espacio de visitas. 

Los voluntarios también esperan para pasar por el sistema de seguridad. Sus visitas tendrán varios propósitos en distintas áreas de las instalaciones. Algunas de las parroquias locales llevan a cabo estudios bíblicos u ofrecen servicio de comunión. Otras facilitan el rezo del rosario. Una pareja ofrece un momento de oración sin denominación, un lugar de acogida y profundos silencios. 

“Rezo de manera diferente cuando estoy aquí”, me contó Laura. “Apenas atravieso la puerta, me siento en paz. Mi espíritu puede respirar. No necesito luchar para poder hacer uso de la palabra”.

Foto: CNS/L’Osservatore Romano

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¿Por qué ser voluntario en un centro de detenciones? “Fácil”, responde Ben. “Jesús lo dijo. ‘Estuve preso y me visitaste.’ Escuché esto toda mi vida, pero un día estaba en el funeral de un amigo y eso fue parte de la lectura del Evangelio. Casi le pregunto a mi esposa: ‘¿Cuándo pusieron eso en el Evangelio? Nunca lo había escuchado antes’. Claro que lo había escuchado antes, solo que esta vez lo entendí”.

Lucy indagó sobre el voluntariado “porque leí a Teresa de Ávila. ‘Cristo no tiene cuerpo, sino el tuyo, no tiene manos, o pies en la tierra, sino los tuyos, tuyos son los ojos con los que ve la compasión en este mundo.’ Yo quería ser partícipe en eso”.  

Lucy pasa su tiempo con mujeres en cárcel, orando con ellas, escuchando sus historias, “intentando verlas como Jesús las ve, amadas hijas de Dios. He encontrado a Dios mirándome a través de los ojos de ellas”. 

Foto: CNS/Vatican Media

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“He estado haciendo esto por 40 años”, cuenta Regina. “No me puedo imaginar no estar aquí”. Se está jubilando, a regañadientes. “Pero igual seguiré contando historias en la parroquia, de eso pueden estar seguros”. 

Luego sonrió y agregó: “La gente no sabe en qué momento recibirá el llamado. Un día después de la Misa, Marge preguntó si podíamos hablar. Ella sabía que yo visitaba la cárcel y me contó que su hijo había sido arrestado y que le esperaba un largo tiempo preso. Ella no tenía con quién hablar. ¿Te puedo ayudar en algo? Le dije, ‘Ven conmigo. Quiero que conozcas a alguien,’ y caminamos de regreso al banco donde había estado sentada. ‘Marge, te presento a Patsy. Esta es Marge.’ Ustedes dos tienen más en común que el banco donde están sentadas”. 

Regina tenía razón. El hijo de Patsy había pasado más de 10 años en la cárcel. Ella podía ser el rostro de Jesús para Marge. 

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“Formé parte de un grupo de estudios bíblicos para hombres durante años”, relató Matt, “y un par de nosotros decidió que Dios nos estaba llamando a liderar un grupo de estudios bíblicos en la cárcel. Estábamos seguros realmente y sabíamos que Dios quería que ayudáramos a las personas a enderezarse, a colocarles en el camino justo. Pero Dios claramente sabe más, y lo descubrí de la manera más difícil. No puedes ir a la cárcel pensando que tienes todas las respuestas. Dios se encargará de la enseñanza, y la mayor parte del tiempo tú te quedarás callado y escucharás. He aprendido la verdadera sabiduría de personas a las que nunca habría escuchado antes”. 

Foto: Stephen Brashear

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“¿Puedes orar por mi hija, por mi tío, por mi amigo? ¿Puedes orar por mi audiencia en la corte mañana? Ora por mis padres”. 

Las peticiones son muchas. Empiezan con pequeños pedidos. ¿Cuál es la necesidad inmediata? ¿Corte mañana? Oremos por la paz, por una mente clara, por la esperanza y sí, por ese abogado que no parece tan útil. Ora por el juez, por las personas en la sala del tribunal. Ora por la persona que dañé y su familia.

Luego el constante pedido de oración se convierte en un “Oye, ¿podemos orar por ti?”, alguien le pregunta a un voluntario. Sí. La oración es generosa, considerada. Los amados hijos de Dios orando unos por otros.

Con el tiempo, la oración se entrelaza con salmos, las palabras de Jesús, una frase favorita. Los motivos para orar aumentan: desastres climáticos e incendios, la seguridad en barrios conflictivos, la justicia. Siempre el círculo se ensancha.

Foto: Courtesy Joe Cotton

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Termina otro momento de Palabra y Comunión. Hay un coro de voces que dice: “Gracias por venir. Fue tan bueno verte de nuevo. ¿Vas a regresar? Gracias."

“Ha sido un privilegio estar aquí”, responde Ron.

Se recolectan cancioneros, se vuelven a su lugar las sillas, alguien verifica si los oficiales están cerca para escoltar a los voluntarios fuera de la sala. Aún no. Todavía hay tiempo para la bendición final. El círculo se ajusta para incluir a todos.

Hay un momento de silencio, el sonido de respiraciones profundas, y el líder de la oración, tomando prestado de San Patricio, dice: “Que Cristo vaya delante y detrás de ti. Que Cristo esté a tu izquierda y a tu derecha. Que Cristo esté sobre ti y debajo de tus pies. En todos tus caminos, que vayas con Cristo. Vayan con la bendición de Dios, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. El “Amén” colectivo es casi un grito de alegría.

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La alarma de seguridad de la puerta suena. Un oficial la abre de par en par mientras los voluntarios salen en fila. "¡Vuelvan otra vez!" dice alguien en la parte de atrás de la sala. "¡Lo haremos! ¡Lo haremos!" responden los voluntarios, sonriendo y saludando. Llevarán las historias y las oraciones con ellos, tanto los voluntarios como los detenidos, de regreso a donde viven, trabajan y oran. Cristo ha visto y oído y orado. El tiempo que pasamos juntos nos enriqueció.

Shannon O'Donnell, miembro de la parroquia de St. Leo el Grande en Tacoma, se desempeña como ministra de asistencia pastoral en la cárcel del condado de King en Seattle. Es autora de Finding Grace Within, una colección de ensayos sobre su trabajo en la cárcel y la prisión.


¿Qué podemos hacer en casa para ‘visitar a Jesús en prisión’?

• Ore por las personas que están en la cárcel. Ore por sus hijos y familias que están confundidos, asustados, molestos.

• Tal vez tenga un compañero de trabajo o de clase que tenga un amigo cercano o un familiar en la cárcel. ¿Puedes escucharlo?

• Piense en las formas en que puede comunicarse con alguien que está en “time out” en casa o en la escuela.

¿Qué podemos hacer en nuestra parroquia?

• Rezar en la Misa por los que están en la cárcel, incluyendo sus familias y amigos que se ven afectados; orar por el sistema legal y todas las personas que trabajan en él: abogados y jueces y personas que hacen el trabajo administrativo.

• Ore por las víctimas del crimen y por sus familias y amigos. Ore por las comunidades donde ocurrió el daño. Ore por la restauración y la paz.

• Ore por los voluntarios que van a la cárcel, especialmente los de su parroquia.

• Considere hacer una bendición de todos los que llevan la Eucaristía de la parroquia a las personas que no pueden ir a la iglesia: los confinados en sus casas, en hogares de ancianos, en la cárcel o prisión.

• Iniciar el programa One Parish One Prisoner / Una parroquia, un preso, un modelo de reingreso por el cual una parroquia es conectada con una persona en la cárcel para lograr una transformación mutua. 

¿Interesado en ser voluntario?


Ministerio en cárceles y prisiones 101

Por Jean Parietti

Los voluntarios del ministerio de justicia penal de la arquidiócesis capacitados en septiembre pasado en el “Ministerio en cárceles y prisiones 101”, una base para el ministerio católico de detención que forma parte de los estándares y procedimientos de certificación integrales respaldados por los obispos de EE. UU.

La Arquidiócesis de Seattle es una de las primeras diócesis en implementar la capacitación, que proporciona una base teológica y "mejores prácticas" para los voluntarios del ministerio de cárceles y prisiones, según Joe Cotton, director de cuidado pastoral y asistencia social de la arquidiócesis.

Los ministros pueden llevar estudios bíblicos, Misa, reconciliación y devociones católicas a las cárceles y prisiones, pero su ministerio no se trata de “arreglar” a las personas o convertirlas al catolicismo, o de llevar a Cristo a las personas encarceladas, porque Él ya está allí, manifestó Cotton.

En cambio, es un ministerio de acompañamiento que ofrece una presencia que escucha y no juzga, explicó Cotton: “Encontramos a las personas en el punto donde se hallan en sus vidas”.

El nuevo proceso de formación de tres niveles para el ministerio de justicia penal se desarrolló debido a la ausencia de estándares nacionales de certificación para los capellanes de prisiones y cárceles, explicó Cotton.

Los nuevos estándares se adoptaron después de un proceso de colaboración nacional de cinco años, según la Conferencia Episcopal de los EE. UU. Los estándares están siendo establecidos y controlados conjuntamente por la Asociación Nacional de Capellanes Católicos y la Coalición de Ministerios Católicos de Prisiones (Cotton es miembro del comité ejecutivo de la coalición).

Todos los nuevos voluntarios de justicia penal en la Arquidiócesis de Seattle realizarán la capacitación, y se alienta a los voluntarios actuales, unas 150 personas, a participar, incluso si han estado activos en el ministerio de justicia penal durante años, aclaró Cotton. La mayoría de los 15 capellanes de la arquidiócesis y unos 30 voluntarios han completado la capacitación hasta el momento, agregó.

Ministrar a los encarcelados no es un acto unidireccional, explicó Cotton.

“Las personas que están encarceladas tienen algo que ofrecernos”, manifestó. “Nos transformamos mutuamente, nos enriquecemos mutuamente. Nosotros nos encontramos con Cristo tanto como las personas encuentran a Cristo en nosotros”.

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Noroeste Católico – Febrero/Marzo 2022