Mis hijos de escuela media serán confirmados esta primavera. Recientemente, llegué temprano a su clase de confirmación y tuve el privilegio de escuchar la explicación que dieron sus maestros sobre los siete sacramentos.
Cuando llegó el turno del matrimonio, quedó claro que yo era la única persona en la sala que estaba casada. “¿Podría decirnos algo acerca del sacramento del matrimonio, Sra. Gonzalez?”, preguntaron. Dije algo simple y mundano, como que el matrimonio en la Iglesia era bastante diferente a un pedazo de papel de la corte. Pero, honestamente, no supe bien qué decir.
¿Cómo explicas este gran misterio en unos pocos minutos o en pocas palabras? ¿Cómo hacerles entender a estos adolescentes por qué el sexo está confinado al matrimonio, cuando el resto del mundo les dice lo contrario?
Me hubiera gustado decirles que el matrimonio refleja el amor de Cristo por la Iglesia, por cada uno de nosotros. No podemos imaginar ese tipo de amor, entonces Dios nos dio el matrimonio, una ventana a través de la cual podemos ver el plan divino.
Mi esposo y yo nos conocimos en mi primer día de escuela secundaria, hace más de 33 años. Yo lucía un piercing en la nariz y llevaba puesto una especie de vestido hippie. Él llevaba puesta una chaqueta de cuero, que nuestro hijo lució como disfraz de Halloween el año pasado. Mi esposo ha estado en mi vida más años de los que he vivido sin él.
Este año cumpliremos 20 años de casados. Si alguien nos preguntara cómo hemos hecho para permanecer casados, yo repetiría las palabras de mi esposo cada vez que le pregunto qué deberíamos hacer: “Haz lo que quieras”.
Mi esposo sabe que lo amo, como Dios nos llama a amarnos mutuamente; cada decisión se toma teniendo en cuenta el efecto que tendrá sobre ambos. Sí, hay libertad en las palabras “haz lo que quieras”, pero también hay confianza. Mi esposo sabe que, porque lo amo, tomaré la mejor decisión para ambos. Y lo mismo vale para él.
Es igual con Dios y el pecado. Si amamos a Dios con todo nuestro corazón, si estamos conectados con Él cada momento, no desearemos hacer nada que le provoque dolor. Haz lo que quieras. Dios nos da el libre albedrío.
Son esta abundancia del amor de Dios y su compromiso con nosotros lo que debemos buscar reflejar en el matrimonio. En la carta a los Efesios, San Pablo escribe que debemos ser “imitadores” de Dios en nuestro matrimonio. “Guárdense mutuamente respeto”, escribe.
San Pablo no solo dice que las esposas sean subordinadas, como muchos parecen subrayar, sino dice que ambos deben serlo. Así como debemos ser subordinados o someternos a Dios para todo, el matrimonio refleja esa dependencia. El matrimonio debe reflejar nuestra intimidad con Cristo. Dejamos de lado nuestros deseos egoístas porque nos amamos.
El matrimonio no solo se trata de impuestos, pagar la casa, sexo o de formar una familia juntos, sino de guiarnos mutuamente en un camino de toda la vida hacia la santificación. Es un sacramento que requiere una entrega transcendental, tanto mutua como a nuestro Dios.
Noroeste Católico – Febrero/Marzo 2023