Nos hemos vuelto expertos en señalar lo que está mal.

Por los precios del combustible, desde los protocolos de la pandemia hasta problemas de educación y de inflación, no solo estamos enojados, sino indignados. Según mi entender, y por una buena razón. Las cosas se han hecho mal. 

Pero ¿no les parece agotador vivir así, siempre mirando solo lo que está mal?

Al menos yo, estoy cansada de eso. Y no es bueno cuando veo a mis propios hijos copiar mi comportamiento. 

Mis hijos de escuela media aman la música de los 80. No sé si esto se debe a la serie “Stranger Things” (Cosas extrañas) o la película de “Top Gun”, pero no me importa. Ellos ponen todas mis canciones y yo no tengo ningún problema en escucharlas.

Una canción que se ha repetido es la canción “Tenderness” (Ternura) de la banda General Public. Es una canción que se te pega, es alegre; pero cuando la escucho, me siento culpable por falta de ternura.  

Ternura, 

¿dónde está 

la ternura?

Al escuchar esto, yo sé lo que está faltando. Hemos estado a la defensiva por demasiado tiempo, hemos perdido la ternura. 

La canción de General Public sigue así:

Abro mi boca y de ella sale rencor 

Palabras que se dicen tan fácilmente, pero que son difíciles de escuchar

Hemos estado viviendo con una actitud defensiva.

Listos para saltar por cualquier cosita que notamos que está mal. Nos hemos vuelto como balas perdidas.  De nuestras bocas salen palabras de rencor y de dolor; palabras vacías que causan más daño que el esfuerzo que pusimos en decirlas. Incluso escuché la Palabra de Dios, las Escrituras, utilizarse como un arma dirigida a otros como una forma de justificar nuestra ira. 

¿La respuesta? La ternura.

Incluso al pronunciar esa palabra, siento que cambia mi expresión. Un sentimiento dulce se expande por mi cuerpo. Esta es la razón por la cual somos atraídos a Jesús, por su ternura; la forma en que Jesús no solo sanó al leproso y al paralítico, sino que enmendó los corazones de Zaqueo y de la mujer samaritana. Y la forma en que Jesús sana nuestros corazones. 

La ternura es irracional, y han una cierta humildad en ella.

Pienso en cómo Jesús lloró a la tumba de Lázaro cuando vio a Marta y a María sufriendo por su hermano. O incluso en que, a pesar de la popularidad de Jesús y del hecho que siempre estaba ocupado, cuando una mujer desesperada que hacía doce años sufría de un tormento físico se acercó para tocar su manto, Él se detuvo para demostrarle su misericordia. Y en sus últimos suspiros, se aseguró de que su madre tendría cuidado. 

Pero ¿será que todos estamos tan dolidos y enojados como para animarnos a ser diferentes y dar ternura, como Él lo hizo? ¿Para escuchar?

Tal vez hemos olvidado la oscuridad en la que estábamos antes de que Jesús llegara a nuestras vidas. O tal vez Él siempre estuvo allí a nuestro lado, tanto que nunca hemos conocido lo que es vivir sin Él.

O nos hemos olvidado de lo que sucede cuando somos tratados con ternura, cómo la ternura nos transforma.  

Para la escritora Flannery O’Connor, la ternura está inexplicablemente relacionada con la persona de Cristo. Ella escribió que “cuando la ternura está desconectada de la fuente de la ternura”, esto es, de Cristo, “el resultado lógico es el terror”. Así es como se llega a los campos de trabajo forzado y a las cámaras de gas”. 

Es una frase inquietante, una perspectiva tenebrosa; aun así, en el fondo de mi ser, yo sé que es verdad. Si intentamos hacer esto solos, estamos condenados.

Quisiera poder señalar lo que está bien, lo bello y lo bueno. Ser tierna.

Y me aferro fuertemente a Cristo, a su palabra, a Su cuerpo, la Iglesia y la Eucaristía. 

Hazme tierna, como Tú.